¿Qué dice Dios acerca del trabajo?

Prioridades y Trabajo Según la Biblia

05/09/2014

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En la búsqueda de una vida con sentido y propósito, muchas personas recurren a la sabiduría ancestral contenida en textos sagrados. La Biblia, en particular, ofrece principios y enseñanzas profundas sobre cómo estructurar nuestras vidas y relaciones. Una pregunta recurrente es: ¿cuál es el orden correcto de nuestras prioridades? Y, ¿qué papel juega el trabajo en este esquema divino? Las Escrituras, aunque a veces de forma implícita, delinean un camino claro, comenzando siempre por el fundamento de todo.

¿Cuál es el orden de prioridades según la Biblia?
Según las Escrituras, la primera prioridad debe ser Dios, seguido del cónyuge, los hijos, los padres y el resto de la familia.

La base de cualquier orden de prioridades bíblico se encuentra en la relación con el Creador. Antes que cualquier otra persona o responsabilidad, nuestra conexión con Dios debe ser el eje central de nuestra existencia. Esto no es un mero formalismo religioso, sino el reconocimiento de Su soberanía, Su amor y Su plan para nuestras vidas. Al poner a Dios en primer lugar, todas las demás áreas de nuestra vida encuentran su verdadero lugar y perspectiva.

Índice de Contenido

El Orden Divino de las Relaciones

Aunque la Biblia no presenta una lista numerada y rígida para todas las situaciones imaginables, sí establece principios generales que guían nuestras relaciones y responsabilidades. Partiendo de la primacía de Dios, se desprende un orden que, según la interpretación bíblica, se centra en los vínculos más cercanos:

  • Dios: Sin duda, la relación fundamental. Amar a Dios con todo nuestro ser es el mandamiento principal y la fuente de donde fluye la capacidad de amar y relacionarnos correctamente con los demás.
  • Cónyuge: Después de Dios, la relación matrimonial es la más sagrada y prioritaria. La unión entre esposo y esposa es un pacto que debe ser honrado y nutrido por encima de otras relaciones humanas, incluso las filiales.
  • Hijos: Los hijos son una bendición y una responsabilidad que sigue a la relación matrimonial. Los padres tienen el deber de amar, cuidar, educar y guiar a sus hijos según los principios bíblicos.
  • Padres: Honrar a los padres es un mandamiento con promesa. Si bien al casarse se establece una nueva unidad familiar con el cónyuge, la responsabilidad de honrar y, si es necesario, cuidar a los padres ancianos o necesitados, permanece.
  • El Resto de la Familia y Otros: Esto incluye hermanos, tíos, primos y la comunidad de fe. Estas relaciones también son importantes y requieren tiempo y esfuerzo, pero se sitúan después de los vínculos familiares más cercanos.

Este orden subraya la importancia de construir relaciones sólidas y saludables, comenzando por la vertical (con Dios) y extendiéndose luego a los círculos concéntricos de la familia. Equilibrar estas responsabilidades requiere sabiduría y dependencia de Dios.

El Ejemplo de Jesús y la Familia

El propio Jesucristo, a lo largo de Su vida terrenal, mostró un profundo amor y cuidado por los miembros de Su familia. Aunque Su misión principal era la salvación de la humanidad, no descuidó Sus lazos familiares. Un ejemplo conmovedor se encuentra en uno de los momentos más críticos de Su existencia: Su agonía en la cruz.

Incluso en medio de Su sufrimiento, Jesús manifestó preocupación por el bienestar de Su madre, María. Viéndola junto al discípulo amado, Juan, le encomendó Su cuidado con estas palabras: “Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” (Juan 19:26–27). Este acto subraya la importancia de la familia y el deber de cuidado mutuo, incluso cuando las circunstancias son extremas. El ejemplo de Jesús nos enseña que el amor y la responsabilidad familiar son coherentes con un llamado más alto.

El Trabajo Desde la Perspectiva Bíblica

Más allá de las relaciones, otra área fundamental de la vida es el trabajo. La Biblia tiene mucho que decir sobre el trabajo, presentándolo no como una maldición o un simple medio de subsistencia, sino como un elemento intrínseco a la naturaleza humana y a la voluntad de Dios. Desde las primeras páginas de las Escrituras, el trabajo se revela como algo bueno y con propósito.

El Trabajo en la Creación

En el libro de Génesis, observamos a Dios mismo como el trabajador supremo, creando el universo con dedicación y esmero durante seis días, para luego descansar al séptimo (Génesis 1:1-15). Esta acción divina establece un patrón de laboriosidad y propósito. Dios no solo creó, sino que también declaró Su obra “muy buena” (Génesis 1:31), enseñándonos que el trabajo debe ser productivo y buscar la excelencia.

Al crear al hombre a Su imagen (Génesis 1:26-31), Dios no lo colocó en un paraíso para la inactividad. Por el contrario, le encomendó la tarea de colaborar con Él en el cuidado y desarrollo del mundo. Adán fue colocado en el jardín del Edén “para que lo cultivara y lo guardase” (Génesis 2:8, 15). Además, Adán y Eva recibieron el mandato de “fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1:28).

¿Cuál es el orden de prioridades según la Biblia?
Según las Escrituras, la primera prioridad debe ser Dios, seguido del cónyuge, los hijos, los padres y el resto de la familia.

Este mandato original implicaba varias acciones clave relacionadas con el trabajo:

  • Cultivar (Avad): Fomentar el crecimiento, trabajar la tierra, mejorar lo existente.
  • Guardar (Shamar): Preservar, mantener, proteger del deterioro o el fracaso.
  • Dominar/Sojuzgar (Kavash/Radah): Ejercer control, administrar, asumir responsabilidad, tomar decisiones sabias sobre los recursos y la creación.

Estos principios se aplican a todas las vocaciones, no solo a la agricultura o el cuidado de animales. Independientemente de nuestra profesión, estamos llamados a cultivar, guardar, dominar y sojuzgar en nuestro ámbito, administrando responsablemente los recursos y oportunidades que Dios nos da.

El Trabajo Como Reflejo de Dios y Carácter

El Salmo 19 nos dice que la obra de Dios en la naturaleza revela Su gloria. De manera similar, nuestro trabajo puede ser una forma de revelarnos a nosotros mismos y, si somos creyentes, de revelar aspectos del carácter de Dios al mundo. Nuestro trabajo muestra nuestras habilidades, nuestra ética, nuestras motivaciones y nuestros valores.

Jesús reforzó esta idea al comparar a las personas con árboles y sus frutos (Mateo 7:15-20). Un árbol bueno produce frutos buenos; un árbol malo, frutos malos. Nuestro trabajo son los “frutos” que producimos. Un trabajo realizado con integridad, dedicación y excelencia es un fruto bueno que honra a quien lo realiza y, en última instancia, a Dios.

Isaías 43:7 y 1 Corintios 10:31 nos recuerdan que fuimos creados y llamados a hacer todo para la gloria de Dios. Glorificar a Dios significa representarlo fielmente. Por lo tanto, el trabajo del cristiano debe ser un reflejo de la justicia, la fidelidad, la creatividad y la excelencia de Dios en el mundo. Cuando trabajamos bien, estamos, en cierto sentido, mostrando cómo es Dios.

El Impacto de la Caída en el Trabajo

La desobediencia del hombre en Génesis 3 trajo consecuencias profundas, afectando todas las áreas de la existencia humana, incluido el trabajo. Como parte del juicio sobre Adán, Dios maldijo la tierra (Génesis 3:17-19). Esto no significó que el trabajo en sí mismo se volviera malo, sino que se haría mucho más difícil y doloroso.

La idea de trabajar ahora implicaba dificultad, esfuerzo, agotamiento y lucha. El hombre debía obtener su sustento “con el sudor de tu rostro”. Además, la tierra produciría “espinos y cardos”, lo que significa que el esfuerzo no siempre garantizaría el resultado deseado o esperado. El trabajo se volvió arduo y, a menudo, frustrante.

A pesar de la maldición y las dificultades, el trabajo no perdió su valor fundamental como parte del plan de Dios para el hombre. Sigue siendo un medio para proveer, para contribuir a la sociedad, para desarrollar nuestras habilidades y para servir a otros. La redención en Cristo no elimina la dificultad del trabajo, pero sí le devuelve un propósito superior: ser una plataforma para glorificar a Dios y servir a nuestro prójano, incluso en medio de las espinas y los cardos.

El Trabajo Como Ministerio

Una perspectiva poderosa sobre el trabajo, rescatada por los líderes de la Reforma del siglo XV, es ver cada profesión legítima como un ministerio ante Dios. No solo los pastores o misioneros tienen un “ministerio”; un carpintero, un maestro, un médico, un programador o un ama de casa también pueden ver su labor como un servicio a Dios y a los demás. Cuando elevamos nuestra percepción del trabajo a este nivel, reconocemos su potencial impacto para el reino de Dios y le damos un propósito más profundo y trascendente.

¿Qué dice Dios de la familia?
Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa, para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra. Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos; sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:1–4).

Equilibrando Prioridades: Dios, Familia y Trabajo

La vida cristiana, entonces, implica un delicado equilibrio entre estas áreas fundamentales. Poner a Dios primero nos capacita para amar a nuestro cónyuge y educar a nuestros hijos de manera adecuada. Fortalecer nuestra familia nos da una base estable desde la cual podemos servir a la comunidad y desempeñar nuestro trabajo. Y ver nuestro trabajo como un llamado divino nos permite encontrar significado incluso en las tareas mundanas y proveer para nuestra familia con diligencia.

El desafío reside en no permitir que una prioridad desplace a otra de su lugar bíblico. El trabajo, a pesar de su importancia, no debe usurpar el lugar de la familia, y ninguna de ellas debe jamás reemplazar la primacía de Dios. Depender de Dios y buscar Su sabiduría a través de la oración y la lectura bíblica es esencial para navegar las complejidades de la vida y mantener estas áreas en su perspectiva correcta.

Preguntas Frecuentes

¿Es el orden de prioridades bíblico fijo para todas las personas?

Si bien la Biblia establece principios generales claros (Dios primero, luego la familia cercana), la aplicación específica puede variar ligeramente según las circunstancias de la vida (por ejemplo, si alguien no está casado o no tiene hijos). Sin embargo, la primacía de Dios y la importancia de la familia (en la medida en que uno la tenga) son constantes.

¿Significa que debo descuidar a mi familia por dedicarme a “cosas de Dios” o al trabajo?

No. El orden bíblico implica que cuidar de tu familia (cónyuge, hijos) es parte de tu servicio a Dios. Desatender a la familia por exceso de trabajo (incluso si es en una organización religiosa) o por actividades que no son tu responsabilidad primaria, iría en contra de los principios bíblicos de prioridades y cuidado.

¿Cómo puedo hacer mi trabajo para la gloria de Dios si es muy secular?

Cualquier trabajo legítimo puede hacerse para la gloria de Dios. Esto se logra trabajando con honestidad, diligencia, excelencia, sirviendo a los demás a través de tu labor, manteniendo una actitud positiva incluso en la dificultad y tratando a tus compañeros y clientes con respeto y justicia. Tu ética de trabajo y tu carácter en el lugar de empleo pueden ser un poderoso testimonio.

¿El trabajo es un castigo por el pecado?

No, el trabajo existía antes de la caída como parte del diseño original de Dios para el hombre. Lo que fue un resultado del pecado fue la dificultad, el sudor y la frustración asociados al trabajo en un mundo caído. El trabajo en sí mismo sigue siendo un llamado digno y con propósito.

Conclusión

La Biblia ofrece una estructura clara para una vida con prioridades bien definidas: Dios en primer lugar, seguido por el cónyuge y la familia, y luego el trabajo y otras responsabilidades. Entender el trabajo no como una carga, sino como un llamado divino y una oportunidad para servir y glorificar a Dios, transforma nuestra perspectiva diaria. Al buscar este equilibrio con sabiduría y dependencia de Dios, podemos vivir vidas que no solo son productivas y satisfactorias, sino que también honran a nuestro Creador en cada área.

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